Claves para comprender los significados del contacto visual, en el lenguaje no verbal
La mirada es única. Complementa la conversación y colabora para transmitir sentimientos e ideas. Indica que se está prestando atención a los demás. Es un elemento fundamental. Se utiliza para abrir los canales de comunicación.
Un período de contacto ocular facilita una interacción. Generalmente el que escucha mira al que tiene la palabra. El que habla se encuentra atento a la mirada de su interlocutor para determinar su interés y señalarle el turno de la palabra. Por lo tanto, la función de la mirada es sincronizar y acompañar la palabra hablada.
Si la persona que escucha presta atención al mirar produce más respuestas por parte del que habla, por ende, si el que habla mira detenidamente al que lo escucha, se percibe como más persuasivo y seguro.
Mirar al otro es un signo de amabilidad, mientras que el desviar la mirada indica timidez.
Un elevado grado de atención hacia otras personas supone un deseo de implicarse con el otro.
La ausencia de atención visual, puede ser un síntoma de desinterés, o de estar a la defensiva, por cautela o inmadurez.
Las miradas y su relación con el pensamiento
La dirección de la mirada, el movimiento de los ojos y el parpadeo otorgan mucha información de la forma de pensar de una persona. Existen diversas maneras de comunicar a través del contacto visual.
La forma en que observamos es indicativa de pensamientos positivos o negativos, es parte del lenguaje no verbal, que nos delata.
La mirada está estrechamente relacionada con el estado de ánimo.
La manera en que se mira puede generar incomodidad y malestar a quien escucha. Por eso se aconseja un adecuado control de la misma.
“Cuando comprendo tu mirada escucho tu verdadera voz”
ALEJANDRO LANÚS
Las miradas son una poderosa arma en nuestra vida social
El profesor de psicología en la University College London Adrian Furnham, destaca lo persuasiva que puede llegar a ser una mirada si se sabe cómo debe utilizarse. Aunque existen infinitos condicionantes, es necesario ser conscientes del enorme potencial que tiene el contacto visual directo. Con solo una mirada se puede determinar el interés que tenemos por hablar con alguien, saber como será una conversación y detectar el nivel de confianza entre dos personas.
1. La mirada en el ascensor. Cuando nos subimos en un ascensor con ese vecino al que apenas conocemos, lo más habitual es que dirijamos nuestra mirada hacia la puerta. La razón es que en un espacio tan reducido trataremos de sentirnos lo menos invadidos posible, y mirando hacia la salida nos encontramos menos intimidados. Este efecto aumenta cuando estamos varias personas juntas o apretadas, ya que aunque no podamos mirar hacia la salida, al menos evitaremos tener un contacto visual directo y prolongado.
2. La mirada en las conversaciones incómodas. Cuando sentimos vergüenza sobre algo que estamos contando, lo más habitual es que intentemos evitar la mirada hacia el otro. Esta reacción es similar a la de un niño pequeño que se tapa los ojos cuando no quiere ser visto y aunque nos pueda parecer ridículo, la realidad es que es un gesto muy habitual. Una buena forma de gestionar este tipo de conversaciones consiste en mantenerlas mientras se da un paseo o se realiza alguna tarea, ya que así se sentirá a la otra persona cerca, pero sin notar una mirada inquisitiva.
3. Aprender a mirar cuando se escucha. Miramos mucho más cuando hablamos que cuando escuchamos. Es lógico que busquemos un contacto visual cuando se habla para resultar convincente, pero también es importante hacer entender a la gente que se le está prestando atención cuando habla. La comunicación es un proceso habitualmente bidireccional, por lo que resultará más convincente cuando la otra persona sienta que está resultando interesante su conversación.
4. No miramos a todos igual. En un grupo más o menos numeroso, no todos desempeñamos el mismo rol, ni nos despierta el mismo interés cada interlocutor. Aunque tratemos de evitarlo, todos miramos más a las personas que nos interesan y menos a los que no nos llaman la atención, por lo que con un mínimo de observación será sencillo detectar a los líderes, el grado de relación entre los diferentes participantes, o posibles conflictos internos. Este factor gana importancia cuando hay atracción de por medio.
5. La mirada y nosotros mismos. Nuestra mirada indica mucho sobre nosotros y nuestra forma de ser. La gente extrovertida mira mucho a los ojos, mientras que alguien más reservado trata de ocultar su mirada con mayor asiduidad.
Además ocultamos nuestra mirada en mayor o menor medida según nuestro estado anímico, pues si estamos tristes no miraremos fijamente a alguien (salvo que lo quisiéramos hacer notar). Por otro lado, la mirada no es igual en todas las culturas. En la mayoría de ellas el contacto visual se lo considera un aspecto importante, mientras que en varias culturas asiáticas, como la nipona, trata de evitarse.
Las diferentes miradas de un orador frente a un público
Mirada de desaceleración
Se mira fijo a pocas personas. Se acompaña de un ritmo y movimiento más lento del discurso para comunicar que algo importante se va decir.
Mirada de barrido
Se mira a toda la audiencia, sin un foco particular, para que todos se sientan incluidos. Se acompaña con gestualidad y una mayor velocidad al hablar.
Mirada del recuerdo
Se utiliza para generar tensión y reafirmar el concepto emitido. La manera es realizar un “enganche” facial y corporal fijo con una persona, deteniendo repentinamente el discurso. Toda la audiencia lo recordará.
Mirada de cierre
Cuando la audiencia se agota, baja la mirada o la desvían hacia otro lado. El orador eleva el tono, intensifica el ritmo al hablar, y comunica la despedida.
En conclusión, la mirada es un universo de infinitas posibilidades. Es una forma de comunicarnos que habla de nosotros, y de los demás.
Fuente: Salud180.com. Elconfidencial.com